Review - El Correo Gallego

May 5, 2008


Quizás fueron Roy Boland, de la Universidad de Sydney, y Roberto Esposto, de Queensland, los primeros que me hablaron de Félix Calviño. Félix estaba obteniendo un éxito increíble en Australia, gracias a una colección de relatos, en muchos de los cuales hablaba de su infancia en Galicia. Tanto éxito que el aclamado escritor australiano David Malouf dijo de A Hatful of Cherries (Un sombrero lleno de cerezas): "se trata de recuerdos de otras vidas en otro lugar, algo muy vivo, emocionante, humorístico, extraño, un regalo para el lector, escrito de un modo austero y tierno. Calviño es la nueva voz en esta habitación, una voz que te hace detenerte, individual, y, ahora que nos hemos dado cuenta de que existe, resulta que es indispensable para todos los que construyen nuestra historia".

Que un escritor reconocido, un autor muy importante, como David Malouf, te dedique unas palabras tan elogiosas es un motivo suficiente para estar flotando durante días. Pero Félix Calviño es de una pasta especial. No parece dispuesto a tirar la casa por la ventana, y llega a afirmar, sin inmutarse, que escribe "para entretenerse". Para algunos críticos australianos, estamos, en cambio, ante una de las nuevas voces, poderosas, en lengua inglesa. Por Calviño ha escrito su libro, publicado por Arcadia, en inglés. A pesar de ser su segunda, o mejor, su tercera lengua (después del gallego y del castellano). A pesar de eso se ha atrevido. Y hoy la suya una de las colecciones de relatos más populares en las antípodas, a pesar de la gran competencia de autores soberbios, excelentes. Y a pesar de que Calviño, qué duda cabe, no escribe en su lengua materna.

Roy Boland, de la Universidad de Sydney, no tiene dudas acerca del fenómeno Calviño. Siendo él mismo el máximo especialista en literatura gallega que hay en Australia, Boland cree que estamos ante un fenómeno propio de este mundo multicultural en el que nos movemos. "Yo conocí a Calviño desde que llegó aquí, en los años setenta", me dice Boland desde su casa de Sídney.

"En realidad se podría decir que es uno de los fundadores de la comunidad hispana aquí, en Australia. Un hombre entusiasta que venía de Inglaterra, que había recorrido mucho. Nada raro para alguien que viene de Galicia, eso desde luego: conozco bien la historia", añade Boland. "Había emigrantes españoles aquí en los setenta, y, evidentemente, de Galicia, pero muchos tenían dificultades de adaptación, especialmente con el idioma. Había que ver cómo Félix se dedicó a ayudarles, a facilitarles la integración en lo que luego se llamó Little Spain. Él venía de Inglaterra, y tenía la ventaja, muy grande, de conocer el idioma. Calviño era además un hombre de negocios, y muchos de los emigrantes tuvieron la posibilidad de encontrar trabajo gracias a él, sobre todo en sectores que él conocía bien, como la construcción o la industria alimentaria". Boland, sin embargo, no puede dejar de citar el lado literario de Félix Calviño. Para él, fue como una revelación. "Desde luego, fue algo muy interesante. Desde el principio había deseado ser escritor, así que dejó de lado su floreciente carrera como empresario y se dedicó a estudiar lengua y literatura en La Trobe. También estudió escritura creativa, que es una materia muy habitual en los programas anglosajones (no tanto en España, diría yo). Así que pronto estuvo codo con codo con autores de éxito como Peter Carey, o el propio David Malouf, publicando en revistas como Quadrant o Meanjin. No hay ninguna duda de que la evolución vital de Félix Calviño en esta tierra ha sido excepcional. Hasta que ha aparecido su colección de relatos, o de cuentos, A Hatful of Cherries, que es una mezcla perfecta entre Australia y Galicia. En cuanto al idioma, es muy australiana, claro está. Pero el espíritu y el alma de las narraciones son básicamente gallegos. Lleva aquí muchísimo tiempo, sí, pero sigue siendo un gallego de verdad. Vive ahora en la tropical Queensland, rodeado de buganvillas, surf, críquet y rugbi, pero no pierde la ocasión para hacer un pulpo á feira, o para invitarte a un albariño.Sin duda alguna, Félix Calviño es un curioso ejemplo de la extensión de Galicia hasta el mismo corazón del idioma inglés. No sé si su obra se publicará en gallego, o en castellano (ofrecemos un fragmento de ‘Las golondrinas’ en esta misma página), pero lo que es seguro es que Galicia será más conocida en el mundo australiano, y en el mundo anglosajón en general, a partir del éxito de A Hatful of Cherries. "Hay que reconocer que Calviño llegó a Australia ya como un adulto", sigue diciéndome Boland, " y eso es muy importante. No tuvo período de aprendizaje infantil, porque él se crio en Galicia, pero sí que nos sorprendió a todos cuando apareció con su colección de cuentos en inglés, en un gran inglés: fue una decisión personal, claro, pero no hay duda alguna de que utiliza un inglés muy persuasivo para el lector". Para Boland, "Calviño te recuerda, literariamente la trayectoria de muchos autores hispanos que escriben en los Estados Unidos. Algunos nacieron allí, pero otros no. Es el caso de Julia Álvarez, o de Junot Díaz, ambos de ascendencia dominicana. A mí me recuerda mucho casos como estos, ya digo. Y está claro que cuando por fin te integra y te insertas en una sociedad determinada tiendes a publicar en su idioma. Estos hispanos prefirieron escribir en inglés, porque lo dominaba, imitar a Faulkner o a Hemingway antes que intentar escribir como Vargas Llosa o como García Márquez, que eran sus verdaderos referentes iniciales. Yo creo que la situación de Félix Calviño puede explicarse, más o menos, de la misma manera", concluye el catedrático Roy Boland, gran conocedor del escritor nacido cerca de Lalín.

En efecto, Félix Calviño nació en la localidad pontevedresa de Alemparte, no lejos de Lalín, en 1944. A partir de ahí su vida va a ser un ejercicio de idas y de vueltas, pero siempre con un movimiento continuo. "Se fue primero a Inglaterra para evitar el servicio militar bajo el régimen de Franco", escucho. Y él mismo lo refleja en su biografía, breve, al comienzo de la colección de relatos. "Pero a finales de los sesenta, como había grandes facilidades, decidió viajar a Australia. Y allí se quedó. Dedicado al comercio del vino, o de la restauración y la alimentación".

Félix Calviño parece contento con su éxito. Pero siempre con tranquilidad exquisita. Es el hombre tranquilo. Sus narraciones, breves, lentas, un tanto inquietantes, no se apartan del lenguaje llano y tranquilo. Nada que ver con barroquismos o manierismos. El lenguaje fluye con tanta naturalidad de la pluma de Félix Calviño que a veces se diría que ha estado hablando inglés toda su vida. O que el inglés es su lengua materna. "Lo he interiorizado mucho", dice a este diario. "Pero, desde luego, estoy muy satisfecho con este libro, porque puedo decir que con él he aprendido a escribir. Mejor dicho, me enseñó a dar los primeros pasos en el proceso misterioso de forjar la unión de la memoria y la imaginación. De ahí nace la necesidad de leer, leer siempre y de todo, disciplina necesaria para superar los problemas asociados con el manejo de una lengua extranjera, y que luego se convierte en placer".

A Hatful of Cherries (Un sombrero lleno de cerezas), recoge, como hemos dicho, el espíritu galaico, innegable, y la experiencia australiana de su autor. Casi a partes iguales, las narraciones de Calviño se dirigen hacia la memoria, hacia la infancia, hacia la dureza de la posguerra, o bien hacia algunos sucesos, aparentemente sin importancia, en las calles de las ciudades australianas. Con un lenguaje sencillo, a veces aplastantemente sencillo, sin concesiones al manierismo ni a la oscuridad, pero siempre con un deje de suspense, o de tragedia subyacente, Félix Calviño ofrece sus historias. Boland, que ha analizado los textos en particular, asegura que "esa forma de escribir, sin duda, ayuda a controlar un lenguaje aprendido, un lenguaje que no es el nativo. Pero yo creo, sobre todo, que con su estilo Calviño consigue capturar el espíritu de los gallegos, es un caso claro de inglés escrito a la manera galaica. Bueno, y a la manera australiana en muchos casos". En cuentos como ‘Don’t Touch Anything’, ‘Detour’ o ‘Basilio’ se ve claramente, ese ámbito gallego, que el autor no ha olvidado en absoluto. Pero al tratarse en inglés, directamente por el autor, el texto adquiere una extraña, una curiosa dimensión. Estas dieciséis historias están cargadas de la fuerza del azar, del fátum, de acontecimientos cotidianos que presentan alguna amenaza en potencia. Y no falta el humor. Y la ironía. Y, de vez en cuando, pero sin caer jamás en la sensiblería, un toque de ternura. El escritor australiano Venero Armanno dijo en la presentación de este libro que, lo mejor de todo, es que no hay aquí romanticismos. "El estilo es tan natural para el autor como respirar", dijo ante los asistentes al acto. "No creo que esté lejos de Lampedusa, de Svevo, de Italo Calvino (¡pero no son parientes!) o de mi favorito, Pavese", añadió. Su voz, galaica por tantas cosas, es una sorpresa en el mundo de las letras anglosajonas.

José Miguel Alonso Giráldez

El Correo Gallego.es

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Issue 572 March 2008


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